Ana era la
perfección hecha ser humano. Era altísima, flaquísima, rubiecísima y
hermosísima. Todos los “ísima” que sirvieran para calificar positivamente a una
persona encajaban de modo exacto con Ana.
Cada martes sabrán más. Los martes me transformaron. Y así esperarán al martes. Como yo lo esperaba. Una historia de amor, de hambre, de padres e hijos, de vida y de muerte, de resurrecciones. La historia del final de Ana.
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